Esta fábula budista — La grulla y el cangrejo — nos hace reflexionar sobre como nos relacionamos con los demás, como tratamos a las personas de nuestro entorno.
En cuantas ocasiones no aplicamos un principio básico:
— No hagas a los demás lo que no te gustaría que te hicieran —
Demasiado a menudo nos movemos por lo que nos interesa y deseamos sin tener en cuenta que nuestras acciones implican a otras personas, sin ser conscientes — o si — que podemos afligir dolor.
— Albert Cruells
La grulla y el cangrejo - Fábula budista
Estaba una grulla tan vieja y achacosa, que no podía coger los peces de una laguna, a cuya orilla tenía su nido.
Así, resolvió llegar por astucia a donde le era imposible por la fuerza.
Dijo, pues, un día a un cangrejo:
-Amigo mío, ¿qué va a ser ahora de ti y de tus vecinos los peces?
Van a venir unos hombres a desecar la laguna, y no dejarán en ella ni una sola gota de agua. Y vosotros todos, desgraciados, seréis recogidos y muertos sin remedio ni salvación.
Al oír tal noticia, todos los peces se reunieron y discutieron sobre los medios de lograr su inmediata salvación.
-Tengo una idea – les dijo la grulla -.
Como me aprieta el hambre, me comeré solamente uno o dos de vosotros de cuando en cuando, pero no puedo consentir que muráis todos en masa, apilados en un rincón al faltaros el agua.
¿Qué provecho tendría yo en ello? A unos cien metros de aquí, hay un gran estanque. Os salvaré a todos, llevándoos uno a uno en mi pico.
Persuadieron los peces a una vieja carpa que fuese con la grulla para ver si decía verdad.
La tomó delicadamente en su pico, y después de mostrarle el estanque, se la devolvió a sus compañeros. Enterados los peces de la feliz noticia, gritaron alegres:
-Muy bien, señora grulla, ya puede empezar a llevarnos al estanque.
Había premeditado la marrullera sacar los peces uno a uno y comérselos durante el camino, debajo de un árbol; pero desgraciadamente para ella hubo de comenzar por el cangrejo
-Vamos -le dijo- déjame que te ponga en mi pico y así irás más cómodo.
Mas el cangrejo, que era muy sagaz le respondió:
-No me atrevo a ponerme en su pico, señora grulla: podría resbalar de él y romperme el caparazón.
Mire; nosotros los cangrejos tenemos un par de buenas tenazas; déjeme que con ellas me abrace a su cuello y así iré más seguro.
No vio la grulla que el cangrejo la aventajaba en astucia, y por esto accedió.
El cangrejo se cogió del cuello de la grulla, y sucedió que ésta en vez de ir al estanque, se detuvo debajo de un árbol.
-¿Dónde está el estanque? -le preguntó el cangrejo.
-¿Qué estanque? -respondió la malvada grulla-.
¿Acaso piensas que yo me tomo esta molestia en balde? Lo del estanque no ha sido más que un ardid para apoderarme de ti y de tus compañeros y devoraros a todos.
-Ni más ni menos que lo que ya presumía -añadió el cangrejo.
Y diciendo así, clavó sus tenazas en el cuello de la grulla, que cayó muerta al suelo.
Los malvados y los ladinos son víctimas de sus propias artimañas.
— Fábula budista