En este cuento — el Buscador — Jorge Bucay nos invita a reflexionar cómo en la mayoría de ocasiones estamos inmersos en todo aquello que no es de nuestro agrado, en las situaciones que no están o que no son como deseamos y centramos toda nuestra atención en estas parcelas o situaciones de nuestra vida.
Cuando magnificamos lo no deseado y centramos nuestra atención en ello, perdemos las parcelas de nuestra vida que si nos son correctas, no las vemos, solo estamos enfocados en lo que “hay que cambiar”.
Todo lo hermoso de nuestra vida no se debe ignorar por estar viviendo una situación no deseada.
— Albert Cruells
El Buscador - Jorge Bucay
Era una lápida, sintió pena al pensar que un niño de tan corta edad estaba enterrado en ese lugar…
Mirando a su alrededor, el hombre se dio cuenta de que la piedra de al lado, también tenía una inscripción, se acercó a leerla decía “Llamar Kalib, vivió 5 años, 8 meses y 3 semanas”.
El buscador se sintió terriblemente conmocionado.
Este hermoso lugar, era un cementerio y cada piedra una lápida.
Todas tenían inscripciones similares: un nombre y el tiempo de vida exacto del muerto, pero lo que lo contactó con el espanto, fue comprobar que, el que más tiempo había vivido, apenas sobrepasaba 11 años.
Embargado por un dolor terrible, se sentó y se puso a llorar.
El cuidador del cementerio pasaba por ahí y se acercó, lo miró llorar por un rato en silencio y luego le preguntó si lloraba por algún familiar.
— No ningún familiar – dijo el buscador –
¿Qué pasa con este pueblo?, ¿Qué cosa tan terrible hay en esta ciudad? ¿Por qué tantos niños muertos enterrados en este lugar? ¿Cuál es la horrible maldición que pesa sobre esta gente, que lo ha obligado a construir un cementerio de chicos?.
El anciano sonrió y dijo:
— Puede usted serenarse, no hay tal maldición, lo que pasa es que aquí tenemos una vieja costumbre.
Le contaré: cuando un joven cumple 15 años, sus padres le regalan una libreta, como esta que tengo aquí, colgando del cuello, y es tradición entre nosotros que, a partir de allí, cada vez que uno disfruta intensamente de algo, abre la libreta y anota en ella: a la izquierda que fu lo disfrutado…, a la derecha, cuanto tiempo duró ese gozo.
¿ Conoció a su novia y se enamoró de ella? ¿Cuánto tiempo duró esa pasión enorme y el placer de conocerla?…¿Una semana?, dos?, ¿tres semanas y media?…
Y después… la emoción del primer beso, ¿Cuánto duró?, ¿El minuto y medio del beso?, ¿Dos días?, ¿Una semana? … ¿y el embarazo o el nacimiento del primer hijo? …, ¿el casamiento de los amigos…?, ¿el viaje más deseado…?, ¿el encuentro con el hermano que vuelve de un país lejano…?¿Cuánto duró el disfrutar de estas situaciones?… ¿horas?, ¿días?…
Así vamos anotando en la libreta cada momento, cuando alguien se muere, es nuestra costumbre abrir su libreta y sumar el tiempo de lo disfrutado, para escribirlo sobre su tumba. Porque ese es, para nosotros, el único y verdadero tiempo vivido.
— Cuento de Jorge Bucay